Cultura física

Culturismo de antes. Actividad física y Vida saludable.
Y otras cosas por el estilo...

Imperdible en este blog, y de especial interés para los lectores de Argentina, una pequeña historia sobre los 'patovicas':
Parte 1: Introducción (a modo de cuento, sobre 'Patos' y 'Pingüinos')
Parte 2: Continuación (en tono humorístico)
Parte 3: Recopilación de testimonios varios disponibles en la WEB (la cosa se pone seria)
Parte 4: Entra en escena Rubén Peucelle
Parte 5: Un paseo por los balnearios de Olivos (¡Otra que Muscle Beach!)
Parte 6: La casilla de Olivos
Parte 7: Reflexiones finales (de la pluma de Francisco Loiácono)

Extra: Los patos de Don Víctor Casterán, fundador de la granja de los legendarios "Patos VICCAS"

NOTA: este es un blog ancho y eso podría dificultar la lectura. Es posible copiar y pegar en un archivo de texto, para facilitar un poco las cosas.

viernes, 13 de febrero de 2009

Bernarr Macfadden, el "Padre de la Cultura Física"

Tras haber recorrido una pequeña parte de los orígenes del culturismo en la Argentina, me gustaría ahora referirme a Bernarr Macfadden, conocido (al menos en los Estados Unidos de América) como el "Padre del Físicoculturismo".

Fue una personalidad bastante excéntrica y revolucionaria. Entre otras cosas se le adjudica el haber organizado el primer concurso de físicoculturismo en América. Claro que ese concurso no tenía nada que ver con los que hoy conocemos.

En primer lugar, conozcamos algunos datos biográficos. [Esta es mi adaptación al castellano de la biografía de Macfadden que está en Wikipedia (http://en.wikipedia.org/wiki/Bernarr_Macfadden). Si hay algún error grosero, por favor notifíquenme.]

Bernarr Macfadden (16 Agosto 1868 – 12 Octubre 1955) fue un influyente exponente de la cultura física, una combinación de físicoculturismo con teorías de salud y nutrición. Adicionalmente fundó la companía editora de revistas Macfadden Publications.

Nacido como Bernard Adolphus McFadden en Mill Spring, Missouri, Bernarr Macfadden cambió su nombre y apellido para darles una apariencia de mayor fuerza. Macfadden fundó la revista Physical Culture en 1899, y fue su editor hasta el número de Agosto de 1912. Desarrolló un imperio editorial, incluyendo las publicaciones True Detective, True Story, True Romances, Dream World, Photoplay, y el periódico The New York Graphic.
Fue una celebridad que se vinculó con Shirley Temple, Clark Gable, Franklin D. Roosevelt, Will Rogers y Rodolfo Valentino.
Al pico de su carrera, era propietario de varios hoteles y un gran edificio en Nueva York. Intentó fundar una “Ciudad de la Cultura Física” en Monroe Township, Middlesex County, New Jersey, la cual no perduró y al cabo de pocos años se convirtió en un barrio vacacional y posteriormente en un emprendimiento inmobiliario suburbano.
Macfadden contribuyó a muchos artículos y libros incluyendo Superb Virility of Manhood–Virilidad Magnífica de la Masculinidad (1904), MacFadden's Encyclopedia of Physical Culture–Enciclopedia MacFadden de Cultura Física (1911–1912), Fasting for Health–Ayuno para la salud (1923), y The Milk Diet–La Dieta Láctea (1923).
Macfadden realizó un intento infructuoso de fundar una religión, el “cosmotarianismo”, basado en la cultura física. Él sostenía que su doctina lo haría capaz de llegar a los 150 años de edad. Apodado “Amor Físico Macfadden” por la revista Time—seudónimo que él detestaba—fue una personalidad radiante que inspiró a millones de personas alrededor del mundo a vivir con salud y vigor. Fue tildado de “loco” y charlatán por muchos, arrestado por cargos de obscenidad, y denunciado por el establishment médico. Durante su vida hizo campaña infatigablemente contra los “metepíldoras”, los alimentos procesados, y la mojigatería. Entre las revistas de MacFadden se contaba SPORT magazine, una extraordinaria revista deportiva anterior a Sports Illustrated. Macfadden se casó cuatro veces y tuvo ocho hijos, los nombres de siete de ellos con la letra inicial ‘B’. Murió de una infección urinaria en 1955 tras rechazar el tratamiento médico.
Macfadden estableció también muchos “Saludatorios” en los estados del este y medio-oeste de Estados Unidos. Esas instituciones ofrecían programas educativos tales como la “Escuela de Entrenamiento en Cultura Física”. Aunque ganó su reputación por la cultura física y el fitness, ganó también mucha notoriedad por sus puntos de vista sobre la conducta sexual. Veía a las relaciones sexuales como una actividad saludable y no solamente como procreativa. Esta era una postura diferente a la de la mayoría de los médicos de su tiempo. Sylvester Graham y John Kellogg fueron prominentes figuras en el ambiente de la salud de la época y promovían la abstinencia.
La Fundación Macfadden estableció dos colegios pupilos para niños y niñas en Westchester County, Nueva York, la Escuela Macfadden en Briarcliff Manor (Scarborough) y la Escuela Tarrytown en Tarrytown. En la Escuela Macfadden estaban los más pequeños, algunos de solamente 3 años de edad. El 7 de marzo de 1943, el aviso de la Escuela Tarrytown en The New York Times Magazine rezaba: "Para Cubrir las Necesidades de una Nación en Guerra". Los niños en la Escuela Tarrytown usaban uniformes y estaban sujetos a una disciplina de tipo militar. La Escuela Macfadden funcionó desde 1939 hasta 1950, la Escuela Tarrytown desde 1943 hasta 1954.
Macfadden popularizó la práctica del ayuno, práctica que previamente se asociaba con enfermdades tales como la anorexia nerviosa. Creía firmemente que el ayuno era uno de los caminos más seguros para alcanzar la salud física. Algunos de sus súbditos podían ayunar por una semana con intención de rejuvenecer el cuerpo. Él sostenía que por medio del ayuno “una persona puede ejercer un control inespecífico sobre virtualmente todos los tipos de enfermedades, mientras manifieste una fuerza y resistencia capaces de avergonzar a los demás”. Vio al ayuno como un instrumento con el cual probar la superioridad de un hombre sobre otros. Macfadden hizo tomas fotográficas de sí mismo antes y después de ayunar para demostrar los efectos positivos sobre el cuerpo. Por ejemplo, una fotografía mostraba a Macfadden levantando una mancuerna de 100 libras sobre su cabeza inmediatamente después de siete días de ayuno. También recurriendo a los prejuicios raciales promocionó el ayuno, sugiriendo que era una práctica de auto disciplina que solo los civilizados hombres blancos deberían adoptar. Macfadden reconoció las dificultades de ayunar y no lo sostenía como una práctica ascética, sino porque creía que sus beneficios superaban a los costos. Macfadden murió en Jersey City, New Jersey.

HASTA AQUÍ la biografía del viejo Macfadden.












El Padre del Físicoculturismo, Bernarr Macfadden, visto poco antes de que muriera










¿Y ahora?
Ahora algunas anécdotas de esas 'Exhibiciones de Cultura Física' y también sobre la personalidad de Macfadden. El siguiente es un relato de Earle E. Liederman, quien fuera editor de las publicaciones Weider durante las décadas del '40 y '50.
El propio Liederman revela las extravagancias del concurso de Cultura Física de Macfadden: Entre otras cosas, existía la categoría de "Los mejores dientes", y la de "Los dientes más fuertes". Y para juzgar las condiciones físicas de las mujeres, se las evaluaba totalmente desnudas.
Comparto aquí, entonces, el testimonio de Earle Liederman acerca de Bernarr Macfadden:












Cómo conocí a
BERNARR MACFADDEN EL PADRE DEL FÍSICOCULTURISMO
Por EARLE LIEDERMAN

He aquí algunos incidentes poco conocidos en la vida de una personalidad destacada, que hizo más para introducir la Cultura Física al Público Americano que ningún otro hombre de su época. He aquí algunas revelaciones fascinadoras hechas por nuestro Editor en Jefe, con respecto al verdadero Padre del Físicoculturismo.

La muerte repentina del "Verdadero Padre de la Cultura Física", a los 87 años de edad, hace que me sienta como uno de los pocos hombres que han quedado todavía, en la esquina de una de las raras encrucijadas que aún quedan en la vida. Recuerdo los años de 1905 y 1906, cuando estaba a punto de cumplir los veinte años, porque tenía compromiso con Bernarr Macfadden para posar en varias fotografías, con las que se ilustrarían diversos ejercicios de resistencia muscular; idea que él había concebido por aquellos días. También recuerdo que mi desarrollo físico era bastante escaso en este período particular, como resultado de una seria enfermedad que me hizo sufrir muy seguido. Tanto así que mi peso descendió hasta llegar a 145 libras, o algo semejante. Pero eso no le importaba a Macfadden. Necesitaba un modelo y de un modo o de otro, oyó hablar de mí, y con tal motivo me vi contratado por la estupenda suma de tres dólares por cada pose. Tres dólares en aquellos días me venían de perlas y, francamente, me sentía contento de ganarlos, a pesar del antiguo orgullo juvenil por mi musculatura, que había menguado hasta dejarme convertido casi en la sombra de lo que antes era. Este trabajo de modelo me duró por algunos años y algunas de esas fotos encontraron cabida en su enciclopedia, la que, tal vez ahora, esté en manos de un coleccionista. Durante los doce años siguientes nos vimos rara vez, pues yo me dediqué al vodevil mientras Mcfadden ponía su negocio de alimentos para la salud, una cadena de restaurantes y, más tarde, una editorial de numerosas publicaciones. Volvimos a encontrarnos otra vez cuando ingresé a la profesión de la cultura física durante la Guerra Mundial Nº 1, haciendo uso de sus revistas para mi propia publicidad. Recuerdo que fue por 1920 cuando concertó una exhibición de cultura física por una semana en el viejo Madison Square Garden en la ciudad de Nueva York, evento que desde entonces ha sido reemplazado por uno nuevo y que ahora lleva el mismo nombre. Fue entonces cuando Mcfadden llevó a cabo un concurso otorgando un premio de 1,000.00 dólares, para hombres, y otro semejante para mujeres, en su empeño de fomentar y encontrar la perfección física. Tuve la suerte de que él me eligiera como juez en dos de sus exhibiciones menores, para el concurso de: Los "mejores dientes" y los "dientes más fuertes". Antes de que se inauguraran los concursos principales pues tenía intenciones de que la exhibición fuera una cosa tan fastuosa como fuera posible. En este asunto más bien resulté un fracaso, porque a la única persona que logré llevar fue un joven llamado Kenneth Terrel, quien a la sazón contaba 17 años de edad y era totalmente opuesto al magnífico espécimen físico en que se convirtió años más tarde. De cualquier manera, fue durante el asunto de los "dientes más fuertes" cuando Joseph Vitole, un chico de origen griego, ejecutó un levantamiento de peso muerto, usando los dientes nada más, con 550 libras. Dudo si este record mundial se llegó a romper alguna vez. Joe me dijo que habría podido levantar todavía más, pero que sintió miedo de lesionarse el cuello porque las 550 libras le habían provocado un tenue dolor. De todos modos se llevó 10,00 dólares por su actuación, como primer premio. Luego vino el asunto de los "mejores dientes" y yo le concedí el premio a un policía de 45 años, a pesar del hecho de que Vitole tenía los dientes más parejos, que podían haberse clasificado como "perfectos”. Además, pensé en la diferencia de edades mientras meditaba en la idea de que Joe, quien tenía menos de la mitad de la edad del ganador, podría perder una pieza antes de que llegara a tener los cuarenta y cinco años. En el concurso físico para varones se dieron dos exhibiciones diariamente: por la tarde y por la noche. Participaron 17 personas de las cuales sólo hubo 2 ó 3 que sobresalían. El triunfador fue declarado: "El hombre MAS perfecto del mundo". (No comprendo cómo pudo insertarse ese superlativo antigramatical, el caso fue que así se puso). Como un conjunto, los concursantes representaban un grupo mediocre si se comparan con los eventos físicos de la actualidad. Un levantador de gran empuje, Antone Matysek, de Baltimore, parecía considerar los concursos como una broma y le importaba muy poco su actitud o su pose. No obstante, un joven camarada, Angelo Siciliano, quien se hacía llamar Charles Atlas, fue el ganador. Poseía un físico imponente, en esa fecha, con unos enormes dorsales y amplios y gruesos pectorales; sin embargo, le faltaba el desarrollo proporcionado en el resto del cuerpo. El torneo con sus 1,000.00 dólares en premios, terminó en una repartición proporcional. El triunfador recibió 300.00 dólares y el hombre que quedó en segundo lugar se llevó 200.00 dólares, mientras que el calificado en tercero cobraba 100.00 dólares. El resto del dinero se dividió en cantidades menores que fueron disminuyendo hasta llegar a diez dólares, mismas cantidades que yo di como premio a los ganadores de las dos divisiones de dientes, como dije anteriormente. Hubo también un torneo para encontrar a la mujer de mayor perfección en sus formas, y otros 1,000.00 dólares en premios se dividieron de manera similar al concurso de los hombres. Este asunto femenino fue ganado por una adorable criatura a quien se le dieron sus 300.00 dólares. La segunda dama recibió 200.00 dólares y la tercera 100.00 dólares dividiéndose el resto en premios de diez para las vencedoras de las divisiones menores. El juicio del concurso de las damas fue único y se puede decir que rígido, porque a las concursantes se les pidió que entraran a un salón especial, de buenas dimensiones, y que se formaran absolutamente desnudas ante el comité de jueces, selectos, quienes fueron exageradamente generosos al extender invitaciones a un número de amistades y espectadores. Bueno, pues hasta aquí informo a ustedes de una de las promociones de Bernarr Macfadden. Macfadden era un hombre simpático, con un par de ojos de mirada tan penetrante, que habría perturbado al dueño de una conciencia pecaminosa, y arriba de ellos tenía un cerebro muy poco común. Siempre fue muy activo; a toda hora hacía planes, ideaba, soñaba y esperaba revolucionar al mundo para una vida mejor. Macfadden tenía con ese pensamiento, un magnifico propósito. Hizo mucho por mejorar la salud de miles, y los admiradores que tenía formaban una legión. Tampoco era yo uno de los que seguían su ejemplo en el vegetarianismo, pues mis inclinaciones gastronómicas parecían conducirme a la proverbial y jugosa carne. Recuerdo una ocasión allá por el año de 1923, cuando me invitó a su casa de Nueva Jersey que quedaba a unas 25 millas de la Ciudad de Nueva York. "Mac" tenía la costumbre de recorrer esa distancia con los pies descalzos. En esta ocasión especial, en que iba yo a cenar con su familia y en que mi apetito era tal que me hubiera engullido media res, me sirvieron una poca de avena, ensalada y un vaso de leche para el resto de la noche. Una terrible noche de ventisca. Quedé profundamente impresionado a la vista de sus pequeños hijos, los cuales se hallaban metidos en sus sacos de dormir y fuera de la casa, en los portales, gozando de un profundo sueño mientras la nieve caía sobre sus sonrosadas mejillas. Este era otro de sus métodos para adquirir una salud perfecta, y en cierta forma, eso demuestra que las ideas de Macfadden llevaban peso tras de sí. El creía que era debido tener una numerosa familia, y así la tuvo. No recuerdo cuántos hijos habrá tenido, pero no pueden haber sido menos de ocho o nueve. Otro día que acude a mi memoria, mientras lo visitaba yo en sus oficinas de Nueva York, me informó orgullosamente que había agregado otro miembro a su familia. Tenía 62 años de edad en ese entonces. Bromeando con él le dije que cuándo pensaba dejar de tener hijos, a lo que me contestó, que él los proporcionaría en tanto que la señora Macfadden los quisiera. Macfadden era independiente en su manera de ser y absolutamente despreocupado de la opinión de los demás. Se vestía como le venía en gana y no era raro, en un día caluroso de verano, entrar a su oficina y encontrarlo vistiendo únicamente un par de pantalones cortos mientras trabajaba en su gran escritorio. Con semejante indumentaria recibía a todos los que llegaban. Su físico era nervudo y sin embargo delgado, y si se le hubiera comparado con alguno de nuestros físicoculturistas desconocidos de ahora, no habría tenido ninguna oportunidad de competir con ellos, ya fuera en levantamiento o en pose; pero a pesar de esto era imponente. Su musculatura se veía de relieve sin una onza de carne que la cubriera. Lo vi posar ante buen número de espectadores se veía mucho más grande de lo que era en realidad. Esto sucedió poco antes de que diera lectura a sus oyentes. Sus temas y partidarismos no iban de acuerdo con mis ideas, pero esto es ya otra cosa. Todos nosotros tenemos el privilegio de pensar todo aquello que nos agrade y tenemos el derecho de vivir como nos guste. El sentido común y la lógica, me hicieron posible el consentir sus opiniones, pero si sus principios fueron rectos o equivocados, no lo sé, el hecho es que ahí descansa en paz después de haber vivido 87 años, edad a la cual no espero llegar. Bernarr Macfadden hizo mucho bien sobre esta tierra y dejó la huella de su paso muy en alto, sobre la Cima de la Fama. Era un hombre de mucho valor que seguía sus propias convicciones. Abrió una senda que habrán de seguir miles de miles, y eso ya por sí solo constituye una gran hazaña. Su vida fue como una vibración de melodías musicales inolvidables, que penetraron suavemente en los corazones y en las mentes de las multitudes y es una gran pérdida que haya recibido la señal para ir a escuchar esa grandiosa y desconocida sinfonía cuya primera nota hace vibrar la muerte. Fuente: revista “Muscle Power en Español”, volumen 1, número 7. Marzo 1956.

Así que el señor Macfadden fue (entre otras cosas) el responsable de que Angelo Sicliano, alias Charles Atlas, saltara a la fama. (Fuente de la imagen: Sandowplus)


























En la imagen siguiente: Arriba.- El cheque de 1000 dólares extendido por Bernarr Macfadden a Charles Atlas, por haber resultado ganador del concurso “El hombre más perfecto del mundo” en octubre de 1921. (Sin embargo, según Earle Liederman el premio era de 300 dólares para el primer puesto, 200 al segundo y 100 al tercero) Abajo.- El diploma que recibiera Charles Atlas por ganar nuevamente el concurso al año siguiente (octubre 1922).
(Fuente de la imagen: Sandowplus)


























El siguiente texto de Bernarr Macfadden, salió publicado en el Almanaque del año 1937 de la revista "Para Tí", revista orientada netamente al público femenino de la época.















VIRILIDAD DINÁMICA – BELLEZA INAGOTABLE
por Bernarr Macffaden

LA vida es un gran misterio insondable. Los que estudian anatomía adquieren la impresión de que sus ocultos secretos les serán develados. Pero, muy frecuentemente, cuanto más prolongan sus estudios, tanto más confundidos se encuentran. "Cuanto menos sabe uno, tanto más llega a creerse sabiendo", dice un axioma, que los años y la sabiduría demostraron era verdadero. Aun cuando la vida pueda resultarnos intrincada, existen principios fundamentales con los cuales todos deberíamos familiarizamos. La salud dinámica que notamos en un brioso corcel, en una ágil pantera, es derecho que también traemos al nacer. Rara vez encontramos la enfermedad o debilidad en la vida salvaje. Los dictados del instinto natural son los que allí imperan. Al llegar la primavera, cuando las flores silvestres brotan por doquier en medio de los prados y los bosques, las tiernas avecillas revolotean alegres y canoras de un lado a otro. Se entregan a un delicioso abandono. Y es indudable que las Fuerzas Todopoderosas que rigen la vida, fueron destinadas también para que nosotros -seres humanos- disfrutásemos de la vida en forma similar. Todo hombre, toda mujer, tiene derecho a su parte de íntima, de profunda felicidad. Es un derecho inalienable que Dios nos ha otorgado. Para ciertas personas es la vida una cosa estólida, pesada, una rutina mortal y monótona. Cayeron como en honda huella, y cerraron sus ojos a todo cuanto las rodea, a lo que es hermoso y atrayente en su inspiración. Es menester que quienes se sientan oprimidos vuelvan la vista hacia otro lado y acaben de inmediato con una existencia de pesadumbres y tristezas. La vida debe llenarse con un entusiasmo vívido y, a veces, con osadas ambiciones. Es así como llega uno a sentirse como un hombre verdadero, como una mujer llena de encantos, hermosa. Se adentra uno en un mundo nuevo, se irradia salud con amplitud y se da un poco más de celo y de ardor a las experiencias emocionales. No hay secretos impenetrables para quien quiere seguir las saludables indicaciones. La suprema salud es un don divino, perfecto, inigualable. Muy a menudo es fuente sublime de deleites extáticos de los que uno pasa a los deleites emocionales que hacen pensar en el reino de los cielos. ¡Riquezas abundantes! Todos ansiamos el poder y los privilegios que éstos significan. Pero no olvidemos que muchos de los ricos son, frecuentemente, criaturas miserables, que trocarían todo cuanto poseen por la salud de que goza un rapazuelo descalzo, que acaso anda mendigando una mísera moneda. La salud del mundo, estimadas lectoras, la salud física, es la riqueza que no tiene precio. De nada valdrá el dinero, las posesiones materiales, cuando no se dispone, cuando no se goza de ese bienestar de que casi siempre gozan quienes se tuestan al sol de los poderes vigorizadores de la espléndida salud. ¡Y nuestras gentiles lectoras, cómo ansían perfeccionarse, atraídas por los encantos de la belleza sin igual! ¡Pero no olvidéis que la belleza que no está asociada a una buena digestión, a unos ojos brillantes y expresivos, a una tez que es de color de rosa con los signos de una abundancia de glóbulos rojos, no será sino una belleza superficial, efímera! Si las gentiles lectoras supieran qué es lo que es posible obtener cuando se siguen las reglas para conseguir la salud y mantenerla, embelleciendo cada una de las partes del cuerpo, desde la planta de los pies hasta la coronilla de la cabeza; si supiesen cómo les daría todo ello los poderes pulsadores de una nueva vida, esa animación y viveza con que salta una colegiala; si supiesen de las corrientes magnéticas, y también de la exquisita fragancia que emana de un cuerpo perfectamente cuidado y limpio; si supiesen lo que todo esto importa como atractivo para la masculinidad cuando el hombre observa la esplendidez de la gracia femenina, habríamos visto satisfecho entonces uno de nuestros mayores deseos: el de una enorme, inmensa categoría de mujeres aptas para todos los triunfos de la vida, principalmente para el mayor de todos: el del encanto del hogar. Ahora bien; téngase presente que la "virilidad dinámica" y la "belleza inagotable", de padres a hijos, ha de estar inspirada y regida por el espíritu, sin cuyo dominio -entiéndase bien- sobre la materia nada es perdurable, saludable y agradable.

Fuente: Almanaque de revista “Para Ti” año 1937, páginas 398-399. Editorial Atlántida. Buenos Aires - Argentina

UNA nota acerca de un libro que narra el origen de los comics de superhéroes, se refiere a Macfadden en estos términos: “…un modelo para todos estos aventureros [los editores de revistas de historietas] fue Bernarr MacFadden, creador, a fines del siglo XIX, de un imperio de físico-culturismo. El ideal del hombre musculoso difundido por el escocés-americano MacFadden estaría años más tarde en el centro de la imagen de los superhéroes. “ (Se puede leer en el siguiente link: http://www.ar.terra.com/terramagazine/interna/0,,EI9842-OI1949372,00.html)

LO MEJOR sobre Bernarr Macfadden que se encuentra en la Web, son los contenidos del sitio dedicado a Macfadden (http://www.bernarrmacfadden.com/).

Y también este otro de Sandowplus.

Aquí agrego el vínculo hacia el libro "Vitality Supreme" de Bernarr Macfadden: http://www.gutenberg.org/etext/19208 Allí puede descargarse el comprimido zip de 5.37MB
del libro “Vitality Supreme” (en inglés).



















Una imagen del viejo Madison Square Garden a principios del siglo XX, el edificio de New York en donde se realizaron durante varios años las exhibiciones de cultura física de Macfadden.
(Fuente: http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?t=34300&page=49)


Un video con Miss Beatrice Marshall y Albert Treolar, los vencedores del primer concurso de Cultura Física de Macfadden:



Visitar también este link de la I.F.B.B. --> http://www.ifbbpro.com/features/the-first-bodybuilding-movies/


FIN